Fiesta central: 21 de Enero
Es difícil para nuestros hermanos de otros países entender la
importancia de Nuestra Señora de Altagracia para los dominicanos. Sin embargo,
no hay que sobreabundar con detalles sobre la presencia del culto a la Virgen
de Altagracia en la República Dominicana. Sencillamente, sería insólito
encontrar una iglesia a lo largo y ancho del territorio nacional que no ostente
su imagen.
Además, casi no existe una parroquia que no tenga una capilla
que se llama "Nuestra Señora de Altagracia"; casi no existe un pueblo
que no tenga una calle que se llama "Altagracia"; y casi no existe
una familia que no tenga al menos un testimonio de la intercesión de Nuestra
Señora de Altagracia.
Así que, nos limitamos a un resumen cuantitativo:
El nombre "Altagracia" en la población dominicana
El 19 de septiembre de 2001 la base de datos de la "Junta
Central Electoral" nos informó que una de cada 13 mujeres dominicanas se
llama "Altagracia".
El número de peregrinos que visitan la Basílica
Según la "Secretaría de Estado de Turismo" en 1998,
unos 350,000 turistas visitan a la Basílica cada año. Además unos 800,000
peregrinos - es decir el equivalente a 10% de la población del país - pasan por
la Basílica de Higüey cada año.
Es probable que unos 300,000 peregrinos acudieran a la Basílica
solamente durante la novena de enero del año 2006.
El Cuadro
El cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia fue pintado
probablemente en Sevilla en los primeros quince años del siglo XVI (es decir
entre 1500 y 1515), y es posiblemente de la escuela de Alejo Fernández.
Ha tenido cinco restauraciones de importancia, la última en
1978.
Es un lienzo español tipo "Belén", con influencia
flamenca, típico de los siglos XV y XVI, con un elemento distinto y único: el
rayo de luz.
La "Maternidad
Divina"
Es una expresión plástica, del dogma de la "Maternidad
Divina". María es la Madre de Dios. De allí el título de
"Altagracia", porque la gracia más alta jamás otorgada a un ser
humano es la de ser la Madre de Dios.
A la vez es una explicación del dogma de la "Virginidad
Perpetua". María es virgen antes, durante y después de dar a luz a Jesús.
Un autor del siglo Vl explica: "Como un rayo de luz traspasa un cristal
sin dañarlo de manera alguna, igual un rayo de luz más blanco que la nieve
traspasa la Virgen para dar a luz a Jesús, Dios en medio de nosotros".
Así que, el cuadro nos hace testigos oculares del momento del
nacimiento. Lo que parece un delantal es el "rayo de luz más blanco que la
nieve". El Mesías traspasa, sin dañar de manera alguna a la Altagracia
quien, recogida y arrodillada, está contemplando tiernamente al Hijo de Dios.
Con un gesto de la cabeza nos invita a arrodillarnos también en
frente del pesebre, y juntos adorar al niño Jesús.
La adoración nos lleva a la contemplación, y la contemplación al
deseo de estar presentes en la cueva, inmóviles como la Madre, velando al niño,
amando al amor y estando en la presencia de Dios.
Es un ícono
El cuadro es también un ícono. No hay un elemento, un color ni
una relación que no tenga su significado. Efectivamente hay 62 distintos
símbolos en el cuadro. Se puede meditar sobre los siguientes:
La Estrella de Belén (es la Navidad) tiene ocho puntas (símbolo
del cielo) con dos rayos extendiéndose hacia el pesebre: Dios Padre está
bendiciendo a su Hijo.
Por encima de la Virgen hay doce estrellas (son las tribus de
Israel y, a la vez, los apóstoles de Jesús). María es el puente entre el
Antiguo y el Nuevo Testamento.
Alrededor de María hay un resplandor (cf. Apocalipsis 12, 1).
Ella lleva una corona por ser la Reina del Cielo, y un velo sobre la cabeza
porque está casada. Está vestida de rojo, porque es un ser humano, y cubierta
de blanco por ser sin pecado concebida. Lleva un manto azul celestial salpicado
con estrellas porque "el poder del Altísimo vendrá sobre ti".
San José está vestido al revés. Tiene el azul de su santidad
escondido bajo un manto rojo por ser de este mundo, y lleva una vela para dar
luz a su esposa, y a las necesidades materiales de las cuales es patrono.
El niño Jesús está durmiendo (y está muerto) pero despertará (y
resucitará), sobre un pesebre que es, a la vez, un altar (y su sepulcro).
Atrás hay una columna, señal de que estamos en un templo. La
cueva es un templo porque allí habita Dios mismo: el niño Jesús.
Las hendiduras en el techo, arriba a la izquierda, nos dicen que
el mundo está decayendo, pero Jesús ha venido para restaurarlo.
Encima de todo, es milagrosa
A pesar de todo lo dicho, la Altagracia es importante para el
pueblo dominicano porque es milagrosa. Desde hace 500 años Nuestra Señora de la
Altagracia está intercediendo ante su Hijo Jesús para que intervenga en nuestra
vida cotidiana.
En la actualidad, casi no existe una familia dominicana en donde
no se encuentre un testimonio de la intercesión de "Tatica", Nuestra
Señora de la Altagracia.
El primer documento que tenemos que habla de la Altagracia, en
1569, menciona tres milagros. Y desde entonces han sido incontables.
Se celebró una misa el 21 de enero de 1692, para dar gracias a
la Altagracia por haber protegido a los voluntarios de Higüey y El Seibo
quienes, un año antes, habían participado en la batalla feroz y sangrienta de
"La Limonade". Todos volvieron a casa sanos y salvos sin rasguño
alguno. ¡Era un milagro patente! Desde entonces se ha celebrado la fiesta de
Nuestra Señora de la Altagracia en el aniversario de este milagro.
Hoy día hay al menos una religiosa "de servicio" en la
basílica diariamente para recibir las promesas y anotar los milagros otorgados
por la intercesión de la Altagracia.
La Historia Oral
Hay una leyenda que tiene su origen -casi seguro- en hechos
verídicos, de un hacendado de Higüey con dos hijas. A la vuelta de un viaje a
Santo Domingo, pasando la noche en una posada, compartió su desilusión porque,
aunque había encontrado las cintas y botones que le había pedido la hija mayor,
no hallaba ni una estampita de la "Altagracia" que su hija menor
quería tanto. Con eso, apareció un anciano con un lienzo de la Virgen:
"¡Es eso lo que está buscando!" Luego el anciano desapareció.
El hacendado llevó el cuadro a su casa, y lo colgó en la sala
principal. Al día siguiente el lienzo no aparecía. Se lo encontró de nuevo en
la copa de un naranjo. En los próximos días se repitió la desaparición una y
otra vez.
El "Antiguo Santuario" está construido donde se ubicó
el naranjo.
La Historia Escrito
A la vez, hay un historiador, Gerónimo Alcocer, quien escribió
(en 1650) que los hermanos Alfonso y Antonio Trejo - hidalgos de Plasencia,
España - trajeron el cuadro. Los investigadores pueden demostrar que los
hermanos vivieron en Higüey, desde 1508. Hay siete u ocho documentos que lo
confirman, pero en España no hay ni la más mínima pista de su existencia: es un
misterio.
El Misterio
Al fin y al cabo, después de seguir cada pista hasta un
"callejón sin salida", hay que decir que casi todo lo que se refiere
al cuadro de la Altagracia es un misterio.
¿Quién lo pintó? ¿Cómo llegó a Higüey? ¿Por qué Dios quiso que
estuviera en Higüey? ¿Por qué es milagroso? Sólo Dios sabe.
A nosotros nos queda arrodillarnos humildemente y adorar a
nuestro Señor y Salvador, junto con Nuestra Señora de la Altagracia, Protectora
de los dominicanos.
Reflexión
Hay miles de peregrinos que visitan la Basílica de la Altagracia
en Higüey cada año. Vienen con todo tipo de ideas. Algunos tienen la fe para
mover montañas. Otros no entienden demasiado. Pero todos tienen tanta fe que
han tomado la decisión de viajar, gastando dinero y tiempo, para visitar a la
Virgen.
¿Por qué es tan popular esta "Protectora del Pueblo
Dominicano"? La respuesta es muy sencilla: Porque es
"milagrosa". ¿Y por qué es "milagrosa?" La segunda
respuesta necesita algo más de tiempo:
Todo milagro es la respuesta de Dios a la fe. Jesús nos dice: «Y
todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis» (Mateo 21, 22). Dios es
amor. Jamás se ha metido donde no haya sido invitado. Sin embargo, él quiere
ayudarnos, y solamente hace falta que le pidamos "con fe en la
oración" para que intervenga en las formas más inverosímiles y asombrosas.
Él sabe que los más genuinos en su pueblo son muchas veces los más sencillos,
así que está contento de simplificar las cosas, permitiendo que una imagen
enfoque su fe. Claro está: el buen católico adora solamente a Dios y reserva su
veneración para los santos representados en las imágenes.
Sería un error si sólo nos quedamos asombrados frente a los
milagros, con la boca abierta y la mente corriendo tras explicaciones fáciles.
Es cierto que los milagros son insólitos y llamativos, pero a Dios no le gusta
el "figureo". Cada vez que él interviene en la vida de alguien es
porque quiere atraerlo hacia él. Dios no quiere perder a ninguno de nosotros.
Por eso nos llama la atención para que nos paremos en el camino y consideremos
la vida y nuestro lugar en ella. Su deseo es que -por nuestra propia voluntad-
tomemos la decisión de enmendar nuestras vidas, y buscar a Dios.
Efectivamente, jamás he oído de un milagro conseguido por
intercesión de la Virgen de la Altagracia que no trajera -como consecuencia- la
conversión de la persona (o alguien cercano a la persona) que la recibió.
Volvamos a contemplar el cuadro
de Nuestra Señora de la Altagracia:
Lo que nos llama la atención a primera vista es la figura
central de María. Sin embargo, al acercarse más, es evidente que el gesto de su
cabeza nos llama a prestar más atención todavía al que está en el primer plano:
Jesús.
Este gesto -lleno de ternura- nos hace recordar que, a pesar del
papel principal dado a María en esta obra, la Iglesia existe para evangelizar,
es decir, proclamar la Buena Nueva: ¡Hay salvación en el nombre de Jesús! Al
final, todos nuestros esfuerzos tienen que tender hacia Jesús, hacia el Amor.
Los que hemos sido atraídos por las dulces redes de la Madre de
Dios tenemos el privilegio y el deber de llevar nuestros prójimos "a Jesús
por María": a través de la Madre hacia el Hijo.