Juan Cuevas
Abogado. Ex cónsul dominicano en Madrid.
La migración económica haitiana “per se”, no debería ser una amenaza
para la República Dominicana. Pero el rezago e ínfulas imperialistas de la
clase política haitiana, desde Toussaint Louverture hasta Claude Joseph; no
ofrecen ese ambiente de cordialidad y convivencia entre dos pueblos que
comparten una misma Isla. Da a entender que la plutocracia haitiana, y su clase
política no abandonan las ambiciones anexionistas de una sola nación, siempre
tratando de acomodar la historia a su propia desgracia.
A 180 años de existencia histórica de la nación dominicana, la clase
gobernante haitiana no ha querido asumir la soberanía e independencia de la
República Dominicana. Haití ha sido escurridiza en el cumplimiento de compromisos
y acuerdos de Estados entre ambas naciones. Para muestra el último botón: la
construcción unilateral del actual canal de riego en el río Dajabón. De igual
manera también se han pasado por el “forro” la mesa bilateral dominico-haitiana
cuando no le ha convenido. Pero, raudo y quejoso nos tocan las “gónadas” ante las
Naciones Unidas cada vez que la República Dominicana ejerce su soberanía
aplicando la Ley de Migración…puro chantaje político.
No es un secreto que la clase política haitiana, tanto de izquierda como
de derecha, en las figuras de los expresidentes: Manigat, Aristide, Martelly, Preval y Moise. A los que habría que sumarles
a Barbeque y otros cabecillas de bandas haitianas promueven una ideología del
odio hacia la República Dominicana. A ninguno les conviene asumir que nuestras naciones son siamesas
geográficamente, que nadie abandonará su parte de la Isla, y que nadie se
mudará. Por lo tanto, seguir irrespetando la soberanía nacional dominicana como
en bastantes ocasiones ha ocurrido no ayuda a la convivencia pacífica y
armoniosa de ambos pueblos, todo lo contrario, sus migrantes pagan las
consecuencias.
De nuestro lado, y “a ojo de buen
cubero” se identifica una plutocracia dominicana y parte de los operadores de
la seguridad nacional, antihaitianos de “pura cepa” y muy dominicanista entrampado
en su doble moral. Beneficiándose de la migración haitiana, pero públicamente arremetiendo
contra esa migración de pobreza. Preguntémonos ¿En qué finca o empresa de
construcción dominicana no hay un trabajador haitiano mal pagado? Esa misma
plutocracia, la que con el discurso
público fustiga al presidente Abinader por pedir el levantamiento del visado Schenguen; asociando tal pedido a un malvado plan macabro del
actual gobierno para sacar dominicanos
de la Isla y sustituirlos por más migración haitiana. Lamentable discurso que
aprovechan populistas, pichones del autoritarismo del patio para ganar espacio,
con un lenguaje vacío de contenido, peligroso y nada saludable para la
democracia dominicana.
Para bien o para mal, la República Dominicana es signataria de casi
todos, por no decir de todos los tratados internacionales sobre Derechos Humanos,
Migración, Trabajo, Asilo y Refugio, entre otros. Verdadero “talón de Aquiles” usado
como arma arrojadiza por la clase política haitiana contra la República
Dominicana cuando les conviene.
Sí, cierta razón cabe al pensar que la migración masiva de haitianos
hacia la República Dominicana representa una amenaza para la existencia misma
de la nación dominicana. El análisis
histórico, los comportamientos y accionar de la clase política haitiana, nos
llevan a esa reflexión. Sin que esto suponga caer en el antihaitianismo que no
lo pretendemos, ni es nuestra posición. Pero asumir la actitud del avestruz
ante el peligro, como hacen algunos de nuestros políticos no ayudará a que
desparecerá la amenaza.