martes, 7 de enero de 2025

Neyba Informativo

OPINION: La democracia no debe ser improvisada ni distorsionada.

 



Por: Jose Peña Santana

 

El reciente fallo del Tribunal Constitucional, contenido en la sentencia TC-0788-24, que declara inconstitucionales los artículos 152 y 157 de la Ley 20-23 de Régimen Electoral, debe llamar a un debate de la clase política nacional, toda vez que,  esa decisión abre la posibilidad de que candidaturas independientes puedan aspirar a la presidencia de la República, sin el respaldo de una organización política estructurada, sin un programa de gobierno definido, ni un marco de control que fiscalice la procedencia y  la transparencia del uso de los recursos económicos utilizados. 

Es innegable que este nuevo escenario delinea desafíos significativos al sistema democrático de la República Dominicana. La ley electoral, que en su esencia busca garantizar el equilibrio y la regulación de los procesos electorales, debe ser revisada y ajustada por el Congreso Nacional. Una reforma adecuada a la Ley 20-23 permitiría subsanar los vacíos legales señalados por el Tribunal Constitucional y preservar la potestad de los partidos y agrupaciones políticas como columnas fundamentales de nuestra democracia.

Los partidos y agrupaciones política son los que garantiza la representación plural y democrática, y aseguran la fiscalización del financiamiento electoral, la presentación de propuestas programáticas concretas y el respeto a los procesos institucionales establecidos. Por tanto, cualquier vacío normativo podría afectar gravemente la transparencia y la legitimidad de las elecciones generales que se celebran cada cuatro años en el país.

Las organizaciones políticas, la junta Central Electoral, la sociedad civil y sobre todo, el Congreso Nacional, deben tomar acción inmediata para analizar y modificar la Ley 20-23 de Régimen Electoral, de modo que se atiendan las observaciones del Tribunal Constitucional, pero preservando las estructura de los partidos políticos y los principios democráticos fundamentales de la República Dominicana.

La democracia no debe ser improvisada ni distorsionada. Es responsabilidad de todos los actores políticos, instituciones y ciudadanos trabajar juntos para fortalecer un sistema electoral ético, justo, transparente y en sintonía con los valores constitucionales y democráticos que nuestra nación demanda.

Permitir candidaturas independientes sin un control adecuado sobre su financiamiento podría abrir brechas para la corrupción y debilitar la confianza ciudadana en las instituciones democráticas. La eliminación de los requisitos para que un candidato aspire a la presidencia sin el respaldo de un partido o movimiento político podría conducir a una proliferación de candidaturas individuales carentes del respaldo necesario para garantizar la viabilidad y coherencia de sus propuestas.

 Imaginemos un escenario electoral donde cada aspirante presenta su plataforma personal sin una base sólida de apoyo ni un programa de gobierno claro. Esto podría desembocar en un caos electoral, donde primen los intereses personales sobre el bienestar colectivo.

 Dar rienda suelta a las candidaturas independientes sin un sustento político organizado es una apuesta arriesgada. La democracia se nutre de la diversidad, pero también de la responsabilidad. Es hora de que actores políticos y ciudadanos se unan en un diálogo constructivo para repensar nuestro sistema electoral, donde la inclusión y la organización caminen de la mano en pro de un futuro más sólido y transparente para la República Dominicana.